De carácter asertivo y color cobrizo, esta Pale Ale equilibra el firme amargor del lúpulo con la dulzura de la malta, así como los sabores de granos horneados y notas acarameladas, con los aromas cítricos y florales.

Recurso 44Ficha 2deAbril

Origen del Estilo

Así como la industrialización impulsó al Imperio Británico, ésta le dio empuje al desarrollo de las Pale Ales, que siguen dominando el mercado de las islas británicas hasta hoy, a diferencia del resto del mundo donde dominan las cervezas de tipo lager. La revolución industrial tuvo un gran impulso en Inglaterra en el siglo XVIII y XIX debido a los yacimientos de carbón que brindaban energía y permitían la fabricación del acero.

Estos dos aportes mejoraron la tecnología para secar la malta produciendo granos claros cuando hasta esos días la malta se secaba con madera debajo de ella dejándola obscura y ahumada. Esto permitió que se produjeran cervezas mucho más claras que las que habían sido elaboradas hasta entonces, de ahí surge su nombre, pale significa pálido en inglés. 

Aunque las Pale Ale surgieron antes que las Porter, motivos históricos, políticos y sociales, hicieron que no tuviera el auge que tuvo la Porter sino hasta un siglo después. 

Maridaje sugerido

Aunque el acentuado amargor de las Pale Ale pudiera adormecer un poco las papilas gustativas, esta cerveza produce algunos excelentes maridajes. Por ejemplo,  combina muy bien con mariscos y pescados fritos, ya que el amargor del lúpulo corta la grasa. También va bien con cualquier platillo que tenga un marcado sabor a vinagre

Igualmente resalta el carácter especiado en comidas que llevan muchas especias o en aquellos platillos que son muy picantes. Es muy versátil con mariscos y pescados particularmente cuando son ahumados, cocinados al vapor o hervidos. Los ejemplos más afrutados de nuestra Pale Ale marinan bien con carnes de cordero, res y jabalí; también recomendamos que la degustes con un paté de hígado o con comida italiana

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Historia detrás del nombre

La batalla del 2 de Abril de 1867 – el asalto y recuperación de Puebla – al mando del General Porfirio Díaz fue, a diferencia de la del 5 de Mayo donde también él participó, la batalla decisiva que acercó finalmente las armas republicanas al triunfo sobre el Segundo Imperio. Después de haber recuperado la Ciudad de Puebla, el Ejército de Oriente al mando del General Porfirio Díaz se dirigió a tomar la Ciudad de México.

Porfirio Díaz había reunido un ejército jamás visto en México: treinta y cinco mil hombres; se encontraba en poder y bajo su mando la Ciudad. Con todo, permaneció leal al presidente Juárez, lo invitó a la Ciudad de México donde le preparó un magnífico y solemne recibimiento, le entregó una bandera especialmente confeccionada para la ocasión, para que fuera aquel quien la izara en el Palacio Nacional. 

Con esto, fue consumada finalmente la gloria de las armas republicanas, dando fin a la intervención francesa

A todo lo largo de la Gran Década Nacional  – la Constitución Liberal de 1857, la Guerra de Reforma (1858-1861) y la Intervención Francesa (1862-1867) – Porfirio Díaz fue un soldado fiel a la República, se jugó la vida en innumerables ocasiones y en 37 batallas formales.

Sus peripecias, sus instantes de dolor y de heroísmo, sus actos de inteligencia y fortaleza, sus distintas escapatorias cuando fue hecho preso, parecieron a sus contemporáneos, mexicanos y extranjeros, páginas que superaban la ficción de Víctor Hugo y de Alejandro Dumas. No exageraban: como caudillo adquirió un carácter legendario.

México está en deuda con aquel soldado patriota que defendió la soberanía nacional y de la República.